

Ayer, 12 de marzo, Suicidio Colectivo paso uno de sus peores días hasta el momento. Al partido contra Globos Trotones, al que habían confirmado cinco suicidas, sólo fueron cuatro. El quinto se quedó durmiendo. Puedo decir que los que fueron, algunos en mayor medida y otros en menor, sintieron FRUSTRACIÓN al haberse levantado, preparado y dispuesto a jugar un partido que no se jugó porque un compañero les había dejado tirados. No voy a ahondar más en el tema, pero creo beneficioso reproducir, como llevo haciendo estas últimas semanas, un fragmento del libro Canastas sagradas, de Phil Jackson (ed. Paidotribo, 2004). Trata sobre la confianza. (Respiremos tres veces y pongámonos espirituales).
Buenos equipos acaban por ser grandes equipos cuando los integrantes confían los unos en los otros lo suficiente para renunciar al "yo" por el "nosotros". Esta es la lección que Michael y sus compañeros aprendieron en el camino de sus tres anillos de campeón de la NBA. Como Bill Cartwright dice: "Un gran equipo de baloncesto tendrá confianza. He visto equipos en esta liga en los que los jugadores no pasarán a un tipo porque no creen que vaya a cazar el balón. Pero un gran equipo pasará el balón a todo el mundo. Si a un jugador se le escapa el balón o se le va de manera chapuzera fuera de banda, en la siguiente ocasión le pasarán de nuevo el balón. Y por la confianza que en él tienen, él tendrá confianza. Así es como creces".
Cuando alguien traiciona la confianza de sus compañeros, el equipo pierde algo más que un partido. Si alguien no piensa en el resto del equipo cuando toma una decisión, está perjudicando al equipo. Eso es lo que pasó el sábado pasado. Sin embargo, lo más importante es mirar al futuro aprendiendo del pasado, pero sin comerse la cabeza. En este sentido:
Existe una vieja historia Zen que ilustra este asunto. Dos monjes viajaban juntos bajo un fuerte aguacero cuando toparon con una bella mujer vestida con un kimono de seda que tenía problemas para atravesar un camino cubierto de lodo. "Venga", le dijo el primer monje, y la llevó en sus brazos hasta un lugar seco. El segundo monje no dijo nada hasta mucho más tarde. Entonces no pudo contenerse más. "Nosotros los monjes no nos acercamos a las mujeres", dijo él. "¿Por qué lo hiciste?" "Yo dejé a la mujer atrás", respondió el primer monje. "¿Estás tú aún llevándola?".
Nada más que decir sobre este asunto. Para completar el día, ayer se lesionó Toño para una buena temporada mientras jugábamos una pachanguita con el otro equipo. Esperemos que se recupere pronto, y que los demás adquieran más responsabilidad en el equipo ahora que estamos más tocados.
Y como siempre:
¡HASTA EL SUICIDIO, SIEMPRE!